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Otra vuelta a 'La resistencia íntima'

Tres ciudadanos palestinos entre las ruinas de su casa en Jenín.
Tres ciudadanos palestinos entre las ruinas de su casa en Jenín.AP
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La mecánica del tiempo no engaña: se trata de ir echando la vida hacia adelante a una velocidad de la que sueles tener conciencia cuando frenas por un momento y repasas hacia atrás. Este periodo del mundo es fascinante, lo cual no quiere decir que sea bueno, ni noble, ni sagrado. La amenaza está, de nuevo, en todas partes. He vuelto a un libro de hace años del filósofo catalán Josep Maria Esquirol: La resistencia íntima (Acantilado). Me lo acercó la buena Andrea, compañera de mi Juan Soto Ivars (amigo cierto desde tantas diferencias). Es un tratado de sabiduría, y la sabiduría no se improvisa. Como no se improvisa una ofensiva.

La inercia del presente es reaccionaria y estamos en proceso de mudanza a territorios inconcretos. La derecha crispada y la izquierda sin timón ni timonel -dos viejas fórmulas deficitarias- son el mismo enemigo amenazando desde esquinas opuestas. Sus usos parecen cada día casi irrelevantes. El fanatismo instalado en la calle les debe mucho y es su patrimonio. Por eso es necesaria la resistencia íntima contra la enfermedad del cacareo, del odio inducido, del placer de destrozar, de la prisa por no llegar a ningún sitio, de la mentira resoplada. Resistencia necesaria para no tragar con ruedas de molino. Para no hacernos un lío con la vida.

No es un libro buenista, ni homeopatía de comeflores, sino un bello ensayo sobre cómo es posible hacer las cosas de otro modo, descartando las acrobacias revanchistas, el espectáculo de la nadería y el dióxido del estado de alarma permanente. Una defensa de la sensatez, de la lentitud, de lo sencillo, porque la vida se concreta mejor en lo pequeño.

Algunos libros provocan una emboscada formidable y enseñan que el tiempo es la criba que sólo deja pasar lo que de veras vale. Dentro de unos meses, como siempre, la mitad de los detritus que alojan los periódicos y los telediarios no serán nada ni habrán servido más que para pasar el rato pateando. Lo que importa en verdad será, como siempre, rebajado: un genocidio en marcha (el de Israel contra el pueblo palestino) o el drama de la inmigración (medio centenar de muertos en otro naufragio) o la amenaza de un cambio climático lento y seguro, y tantos otros asuntos que sí son lo que son. La resistencia íntima que propone Esquirol no es una huida ni una invitación a desentenderse, sino a comprender que el tiempo, ciertamente, sólo es lo que amas.