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Entre la espada y la pared, es muy probable que Glovo sobreviva a su propio 'globo'

A pesar de las multas a las que se enfrenta, tiene una gran base de usuarios y un bastidor tecnológico superior al de la competencia.

Entre la espada y 
la pared, es muy probable que Glovo sobreviva a su propio 'globo'
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En diciembre de 2019, con las Navidades a la vuelta de la esquina, tañeron las campanas del ecosistema. Otra empresa española de nuevo cuño, Glovo, alcanzaba los 1.000 millones de valoración e ingresaba en el enjuto club del unicornio, donde hasta entonces moraba en solitario Cabify. Dos años después, a principios de 2022, Dealroom, la enciclopedia, el rastreador mundial del tejido tecnológico, adjudicaba a la compañía dirigida por Óscar Pierre una tasación aún más despampanante: 2.500 millones de dólares (2.463 millones de euros).
Apretar la tecla del fast forward adentra al lector en un escenario terriblemente enmarañado. Glovo ya no es una firma española: pertenece a la alemana Delivery Hero desde el verano de 2022. La etiqueta del unicornio se perdió en alguna de las curvas económicas que toda marca disruptiva afronta tarde o temprano. Pierre, el CEO convertido en referente de miles de emprendedores, vive en sus propias carnes la tortura de un proceso penal por un presunto delito contra los trabajadores cuyas penas, explican fuentes jurídicas, oscilan entre los seis meses y los seis años de prisión. Por si fuese poco, en la hoja contable de Glovo se dibuja un temible borrón en forma de astronómicas sanciones.
Merece la pena detenerse en este último punto. El origen del enorme problema de Glovo tiene que ver con la figura del falso autónomo. Aunque la organización anunció que regularizaría al fin a sus repartidores (cuya cifra real se desconoce), las multas tendrán que abonarse.
En 2022, la Inspección de Trabajo y Seguridad Social impone al exunicornio una sanción de 78,9 millones por el empleo de 10.614 falsos autónomos en Barcelona y Valencia. Ese mismo curso, la Agencia Española de Protección de Datos le endosa un castigo de 550.000 euros por violar la privacidad de los repartidores. En 2023, la Inspección de Trabajo percute con tres actuaciones más: 56,7 millones por recurrir a 7.022 falsos autónomos y 813 trabajadores extranjeros en situación irregular en Madrid; 8,6 millones por utilizar en Sevilla a otros 1.316 falsos autónomos y 2 millones por los mismos motivos en Girona, Lleida y Tarragona.
Adicionalmente, Glovo debe 267 millones por cotizaciones impagadas a la Seguridad Social, según la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Y queda la guinda del venenoso pastel: otros 400 millones de multa penden del hilo de la investigación que la Comisión Europea ha incoado por presunto cartel (violación del artículo 101 del Tratado sobre el Funcionamiento de la UE).
Para afrontar este vendaval poliédrico y multibanda, Glovo ha decretado una provisión de fondos de 400 millones.
El capítulo actual, de carácter cuasi bélico, no empaña los logros del equipo capitaneado por Pierre. "El lastre es reputacional, pero Glovo es capaz de hacer frente a las multas. Tiene una marca muy consolidada y diversificada y presencia en 20 países, más el apoyo de Delivery Hero", explica el consultor y analista Benito Rodríguez Bouza. Entre los elementos que contribuyen al éxito comercial de la compañía sobresalen "una experiencia de usuario muy intuitiva, como cuando Uber desbancó al taxi con su app", "esos algoritmos casi perfectos a la hora de optimizar las rutas de reparto", la rápida expansión internacional y el hecho de que Glovo, a diferencia de la competencia, "entregaba cualquier cosa, no sólo comida".
Otro factor que jugó a favor del efecto Glovo fue la agenda de contactos de Pierre. "Los contactos que el CEO administraba fueron críticos para escalar el marketplace a nivel nacional. Se cerraron una burrada de contratos con multinacionales que podían dar la provisión necesaria de productos. Detrás de Pierre hubo uno o varios padrinos dispuestos a darle ese impulso", sostiene Isaac Romà, consultor de negocio para emprendedores.
Tras las luces, ya se sabe, llegaron las sombras. El vestido hilado por Glovo muestra ahora sus costuras. "Este tipo de empresa crece porque nace en la época perfecta, con el auge de la movilidad tecnológica y tipos de interés cercanos a cero e incluso negativos. El modelo de negocio siempre ha consistido en una dependencia de la financiación externa y en márgenes muy reducidos o aun negativos. El objetivo: comerse el mercado en el futuro y fijar entonces un valor que las haga al fin rentables. El problema es que esa mentalidad genera muchos riesgos y puede entrar en conflicto con la regulación de cada área o país", reflexiona Pablo F. Iglesias, analista de nuevas tecnologías.
A menudo ocurre que el mercado no está preparado para asimilar ciertas innovaciones. Así crece, implacablemente, la semilla del conflicto con los poderes públicos. "Glovo ha seguido la línea de la nueva economía", arranca Verónica Jiménez, directora de ESIC y fundadora de WomanCard. "Cuando una startup nace sin un modelo puramente digital, es decir, con una naturaleza híbrida donde hay personas trabajando en puntos físicos, es imposible escalar a la velocidad deseada por los costes de contratación. De ahí que se optase por un modelo que no frenaba el crecimiento pero que era muy arriesgado: hay que saber trazar la frontera entre la innovación y la explotación".
Con independencia de la suerte que corra Glovo -"podría morir de éxito, lo hemos visto con actores mucho más grandes como Blockbuster"-, Jiménez advierte que la filosofía del legislador europeo supone a veces un lastre frente al liberalismo propio de EEUU. "No podemos dejar de innovar porque los gobiernos no sepan adaptarse a la innovación. Muchas startups se saltan las normas porque de lo contrario no crecerían".
Si Estados Unidos observa primero y regula después, Europa se inclina por preservar la justa competencia, los derechos laborales y la privacidad. "El coste de esas políticas parece claro. ¿Cuántos gigantes tecnológicos hay en la UE y cuántos en EEUU y China?", plantea Iglesias. En el caso español, añade, "parece existir cierta inquina cultural hacia estas plataformas, vistas con frecuencia como desestabilizadoras del mercado laboral tradicional pese a abrir oportunidades para miles de personas".
Rodríguez Bouza señala directamente al Ejecutivo de Pedro Sánchez. "El Gobierno actual tiene muchas ganas de meter mano a este tipo de compañías. Nunca sobra proteger al trabajador, pero llevar al extremo esta premisa evidencia la incomprensión de un modelo económico que no deja de transformarse".
La balanza entre las penurias y el porvenir de Glovo resulta, a juicio de Romà, más pareja de lo que dictan las apariencias. "La ventaja es que ahora va a negociar el paradigma del mañana con las autoridades y lo hará sentándose sola a esa mesa. Seguirá siendo pionera, marcará las pautas a sus rivales y acomodará el acuerdo alcanzado a sus intereses. Y no olvidemos un pequeño detalle: deberle dinero a Hacienda o la Seguridad Social no es lo mismo que debérselo a un banco". Con la cartera en una mano, sus fieles en otra y Bruselas y La Moncloa sobrevolando, lo de Glovo, más que un globo, parece un thriller de Wall Street.