Ángeles Santos, la pintora del surrealismo español que desafió al patriarcado
Las virtuosas manos de Ángeles Santos dejaron una huella imborrable en el mundo del arte, creando obras emblemáticas como ‘Un mundo’ y ‘Tertulia’.

Madrid-
Vagos ángeles malvas
apagaban las verdes estrellas.
Una cinta tranquila
de suaves violetas
abrazaba amorosa
a la pálida tierra...
Fueron los versos de Juan Ramón Jiménez que sirvieron de inspiración para una de sus obras más icónicas.
Ángeles Santos destacaba por su singularidad. A los 18 años pintó Un mundo, una obra monumental de más de tres metros que ocupaba toda la pared de su cuarto en la cual reflejó sus sueños y vivencias a través de un estilo surrealista que, en muchos aspectos, moría junto a la propia pintura, pues nunca volvió a ser la misma.
“Ella la pintó en la adolescencia, cargada de una imaginación desbordante y un uso del espacio fascinante para construir las distintas escenas que componen esa imagen asombrosa”, señala Isabel Tejeda, catedrática de Bellas Artes de la Universidad de Murcia y crítica de arte.
Ángeles Santos Torroella (Portbou, 7 de noviembre de 1911 - Madrid, 3 de octubre de 2013) formó parte de las Sinsombrero, un colectivo de mujeres artistas de la Generación del 27 que fueron silenciadas durante décadas, pero cuyo legado sigue vigente. "Ser mujer y pintora en aquella época conllevaba una serie de dificultades adicionales", comenta María Dolores Barreda, secretaria general de la Asociación Española de Pintores y Escultores.
Su primer contacto con el arte fue a los 14 años, cuando estaba internada en el colegio de las Esclavas Concepcionistas de Sevilla. Fue allí donde una de las monjas del colegio, al reconocer su talento, se puso en contacto con sus padres para recomendarles que apoyaran su inclinación artística.
A finales de los años 20, Santos se introdujo en el surrealismo y el expresionismo con dos de sus obras más conocidas: Un mundo y Tertulia. Ambas atrajeron la atención de la crítica y le valieron una sala propia en el IX Salón de Otoño de Madrid en 1930, un logro excepcional para una artista tan joven, de tan solo 18 años. Posteriormente, se le dedicó una sala completa para presentar 34 de sus obras realizadas en tan solo dos años.
“Que en 1930 triunfara en el Salón de Otoño es significativo, ya que en ese espacio competía con artistas consagrados como Uti Resolana o Francisco Pradilla. Que una mujer lograra semejante reconocimiento en ese contexto es un hito muy importante”, señala Dolores Barreda.
“Una de las artistas plásticas de mayor relevancia en el panorama español”
La vida de Santos estuvo marcada por su carácter rebelde y su arte reflejó esa esencia. Introdujo en sus cuadros personajes fantasmagóricos y creó atmósferas inquietantes y tétricas. Según Barreda, “lo más relevante es que demostró que se podía hacer otro tipo de pintura innovadora que no estaba restringida por el género ni por las expectativas de la época. En un momento en el que España luchaba por dejar atrás el tradicionalismo, Santos fue una pionera”.
Por su parte, Eugenia Tenenbaum, historiadora del arte, comunicadora cultural, autora y activista española, cree que “fue una de las artistas plásticas de mayor importancia y relevancia en el panorama español, además de todo un ejemplo para representar qué temas preocupaban a muchas mujeres —la emancipación, el acceso a la educación, los roles de género, los espacios de socialización— que también eran artistas”.
Por otro lado, defiende que su historia vital y su trayectoria artística entroncan muy bien con los obstáculos que el patriarcado llevaba siglos poniendo a las artistas, así que su legado también es profundamente pedagógico en términos de género y creación artística. “En casos como el de Camille Claudel, Leonora Carrington o Ángeles Santos nos encontramos con componentes parecidos a nivel artístico: lenguajes innovadores, participación en movimientos de vanguardia, éxito en circuitos de exposición… Pero también biográfico (hipervigilancia por parte de la familia, imposición de roles de género negativos para ellas, psiquiatrización forzada como medio de contención y posterior olvido de la relevancia que tuvieron en sus respectivos movimientos y épocas históricas)”, cuenta la experta a este periódico.
Tenenbaum explica que si tenemos en cuenta que la premisa franquista respecto a los roles de género era que las mujeres debían permanecer en el espacio doméstico cuidando al marido y educando a la prole, “podemos imaginar que nada que tuviera que ver con promover un modelo de mujer creativa e independiente que se moviera en el espacio público y cobrase por su trabajo iba a ser deseable para el régimen”. Según la experta, esto no implica que, por ejemplo, artistas como Rosario de Velasco no pudieran continuar su carrera artística, sino que solo podían hacerlo desde un marco político y plástico muy concreto: aquel que o bien se alineaba directamente con el régimen o bien no desafiaba directamente su ideología totalitarista.
“En el caso de Ángeles Santos, la deriva plástica posterior a su psiquiatrización forzada responde bien a esta casuística: al abandonar las formas de vanguardia y virar hacia géneros pictóricos que además se vinculaban con la feminidad (como el retrato o el bodegón), pudo continuar su carrera artística sin mayor problema o sobresalto, a pesar de que para ello tuviera que renunciar a temas y formas tan rompedoras como las de sus primeras obras”, continúa Eugenia Tenenbaum.
En esta línea, afirma creer “que los años previos a la Segunda República, incluyendo también este breve periodo, supusieron un avance notable respecto a etapas anteriores en lo que a acceso y participación femenina en las artes se refiere”. Explica que en campos como la literatura, la filosofía y las bellas artes se cuentan con grandes referentes que integraron las primeras y segundas generaciones de mujeres que pudieron formarse dentro de los circuitos académicos y universitarios, además de un ambiente general de vanguardia que, a priori, ofrecía un discurso y unos vientos renovadores también para ellas. “Otra cosa era cómo la producción artística de estas mujeres era recibida o apoyada (en la mayor parte de los casos no lo era, o no en los mismos términos que sus compañeros)”, sostiene la experta.
En cuanto a la iconografía de Tertulia, Tejeda sostiene que es reseñable por su autenticidad y porque también resulta una formulación nueva de presentar y representar a las mujeres españolas en el espacio. “Es decir, se trata de una imagen en la que las mujeres están solas, leyendo, fumando, charlando… Son mujeres jóvenes presentadas de una manera absolutamente moderna, vestidas de una manera totalmente avanzada y haciendo cosas frescas que no se ligaban, sobre todo, a los estereotipos del ángel del hogar que todavía seguían plagando, o tampoco a la fan fatal, que plagaban las obras de muchos de los contemporáneos varones de la época”, explica la experta, para añadir que: “Es un cuadro fascinante que llama la atención además por esa radicalidad, por la modernidad de esas mujeres españolas representadas”.
La vida personal de Santos fue tan peculiar como su arte. Durante un periodo de rebeldía, enfrentada a las presiones familiares, la pintora se escapó de casa y fue internada en un manicomio en Madrid. Muchos de sus cuadros fueron destruidos por su padre como castigo. Durante este tiempo, su pintura vivió una pausa, ya que comenzó a renegar de sus primeros trabajos, incluso censurándolos.
La tesis que más se defiende y la que apoya, de hecho, Gómez de la Serna en su famoso artículo-noticia de la época, es que fue la propia familia quien la interna en contra de su voluntad en un sanatorio a causa de una especie de crisis nerviosa”, explica Tenenbaum. No obstante, la experta sostiene que dicha crisis no es más que el eufemismo para disfrazar los efectos psicológicos que la opresión patriarcal causaba en tantísimas mujeres, muchas de ellas artistas. “Imagina que tu sueño es ser artista, que tu obra está siendo increíblemente bien recibida en la capital del país, que tienes a toda la vanguardia literaria y artística comiendo de la palma de tu mano y que tu familia lo único que quiere es que te cases, que tengas hijos, que no te mudes y que no llames tanto la atención”, expone.
Además, Tenenbaum afirma creer que aquella situación provocó una desesperanza enorme en Ángeles Santos al comprobar, de manera paulatina, que la vida que ella quería y merecía tener era muy distinta a la que sus padres estaban dispuestos a permitir que tuviera. “En algunas cartas que se conservan ella hablaba desde este lugar de dolor y desesperanza hacia el futuro, planteando incluso de manera muy somera que quizás sería mejor la muerte que una vida tan alejada de sus deseos. Así que supongo que aquí entra el sistema psiquiátrico como mecanismo de control y encauzamiento de la disidencia”, advierte Tenenbaum.
“Faltan cambios para reivindicarla y exponerla como la gran artista que fue”
Tejeda sostiene que a diferencia de otras muchas artistas de su generación que no lograron visibilidad, Ángeles Santos sí que la logró. Muy joven siguió manteniendo durante el franquismo una cierta presencia en el espacio público “y sobre todo se ha hecho una relectura de su trabajo a partir de algunas exposiciones retrospectivas, fundamentalmente la que se llevó a cabo en Patio Herreriano, pues pusieron su trabajo en el lugar que merecía como una artista verdaderamente original y única en los años 20”, comenta. Sin embargo, “es conocida por el público especializado y, desde luego, por cualquiera que se acerque al Museo Reina Sofía”, expone.
“No es una desconocida en absoluto. Lo que quizás aún no haya ocurrido es que esté suficientemente representada en los libros de texto escolares. Es posible que no sea así, pero lo que sí es necesario es que no solo Ángeles Santos, sino también muchas otras artistas mujeres de esa generación y de generaciones anteriores, comiencen a poblar los libros de texto”, señala Tejeda. “Esto es fundamental para que nuestros jóvenes tengan ejemplos en los que mirarse y puedan entender que pueden construir su futuro siendo lo que decidan ser. Esto es algo que, por ejemplo, mi generación de mujeres no tuvo”, concluye.
Por su parte, Tenenbaum cree que “por suerte, la constante e incansable reivindicación de su figura que ha tenido lugar en las últimas décadas (sobre todo la última) comienza a dar sus frutos”. Además, explica que ahora en el Reina Sofía delante de Un mundo siempre hay muchísima más gente que hace cinco o seis años: “En algunas asignaturas de Historia del Arte se habla de su obra y se la incluye al fin en la Generación del 27; en las exposiciones temporales que tienen que ver con dicha generación aparecen obras suyas… Es decir, percibo cambios, pero creo que todavía estamos un poquito lejos de entenderla, reivindicarla y exponerla como la gran artista que fue”.
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